Memoria artística
Se sitúa en una explanada de algún lugar de Islandia. Cuatro monumentales troncos de madera de bolondo sostienen un cuadrado de hierro. Cada tronco mide 7,5 metros de alto, mientras que el cuadrado tiene unas dimensiones de 17 por 17 metros. Sus aristas están encajadas en la parte superior de los troncos. El conjunto se encuentra unos 65 centímetros elevado del suelo mediante una plataforma de hierro de 37 por 37 metros a la que se accede por cuatro escaleras exentas. En el centro de esta hay un agujero circular y un casquete esférico con agua, de cuyo centro surge una llama de fuego que alcanza 1,7 metros de altura.
Siempre he pensado que el cuadrado y el cubo son las formas más arquetípicas de la inteligencia humana. Llevo trabajando con ellos desde mis inicios. En esta ocasión, los troncos –y, por extensión, la naturaleza– son el soporte de la inteligencia. El círculo (la cúpula) actúa como contrapunto del cuadrado, y todo ello se refleja en el agua, que colabora con el fuego.
Por la noche, los troncos se iluminan con cuatro focos led cálidos en cada uno de ellos, y se trabaja con la regulación para lograr la calidez precisa. De la parte interior del cuadrado sale una línea de ledes por los cuatro lados. Y la luz del fuego focaliza la mirada y la energía hacia el cénit.
Enric Pladevall